AL VUELO/ Papa
Por Pegaso
Iba el Papa Pancho a bordo de su lujosa y potente limusina blanca circulando por Insurgentes, allá, en la Ciudad de México.
Estudiaba plácidamente su biblia Reyna Valero, finamente encuadernada, bien concentrado en la lectura, ataviado con su alba vestimenta, su solideo en la cabeza y el Anillo del Pescador en su mano diestra.
El chofer, típico italiano, iba tarareando La Donna e Mobile, de Giussepe Verdi, cuando un raudo taxista se le adelanta y lo hace frenar intempestivamente.
-¡Mamma mía!-prorrumpe el chofer. ¡Porca misseria! E uno cafrini del volantini.
Entre el zangoloteo de la unidad y las exclamaciones del chofirete, el Papa reacciona enérgicamente:
-¡Ché boludo! ¿Acaso no sabés manejar, atorrante? Dame el volante que yo manejaré.
-Pe…, pero Su Santidate. Usted no puede manejare. Su alta investidura no le permite rebajarse a este tipo de terrenales tareas (posiblemente el chofer era aficionado a los escritos de Dante).
-¡Nada, nada! Dejáme el volante, pibe y vos vete al asiento del copiloto.
Así lo hacen.
El papa se incorpora al carril central de la avenida y empieza a acelerar la limusina, haciendo que el asustado chofer se agarre a veinte uñas.
-Per favore, Su Santidate, no tan aprisa.
Pero el Papa Pancho seguía pisando el acelerador.
Casi llegaban al Monumento a la Raza, cuando un cumplido agente de tránsito observa el raudo vehículo y se apresta a perseguirlo.
Varios kilómetros adelante logra darle alcance y le pide que se estacione en una bocacalle.
Su Santidad baja el vidrio obscuro y el oficial se sorprende. Toma su radio y llama a su jefe inmediato.
-Con la novedad, mi jefe. Ya sabe usté; estaba haciendo mi guardia, cumpliendo con mi deber, cuando pasó a exceso de velocidad un vehículo tipo limusina, subí a mi moto y le di alcance. Solicito instrucciones porque el chofer es una persona muy conocida e influyente.
Se sorprende el jefe y le dice:
-¡Ah, caray! ¿Detuviste al Jefe de Gobierno?
-No. A alguien que está más arriba.
-Entonces, fue a algún Secretario de Estado.
-No. Es más importante que un Jefe de Estado.
-¡No me digas que detuviste al Presidente Peña Nieto!
-Tampoco, mi jefecito. Es todavía más importante.
-¿Y quién puede ser más importante que el Presidente de la República?¿Dios?
-Pos a lo mejor sí, jefe, porque, ¡imagínese! ¡Trae al Papa de chofer!