Al Vuelo/ Grinch

Por Pegaso​

Andaba yo volando allá, por el Centro de la ciudad, viendo cómo la mayoría de los negocios ya colocaron sus lucecitas y adornos multicolores ante la inminente llegada de la Navidad.​

¡Ahhhh! La Navidad. Tiempo de dar y recibir amor, de intercambiar regalos, de comer tamalitos, buñuelos y champurrado en compañía de nuestros seres queridos.​

Es época de reuniones familiares donde el pavo relleno es la estrella principal, donde la dieta nos vale madres y nos encanta escuchar villancicos.​

¿Creen mis dos o tres lectores que la Navidad es bonita?​

-¡Síiiii!-responden a coro, como cuando Adal Ramones pregunta a su auditorio.​

¡Pues no es cierto!​

Cuando la Navidad te agarra sin un peso en el bolsillo es como si fueras a la guerra sin fusil. Todos tus amigos se van a McAllen a hacer sus compras y tú te quedas como el chinito, nomás milando.​

Si no aprovechaste El Buen Fin para agarrar buenos precios, ya te chingaste, porque resulta que aquella pantalla que querías ya subió de precio y la lana no te alcanza.​

La Navidad es tiempo de consumismo. ​

Te pagan el aguinaldo, pero la lana no te alcanza ni para llevar a cenar a tu novia al Shirloin Stockade.​

Y en el trabajo, no falta el argüendero o argüendera que organiza el intercambio de regalos.​

Casi siempre te toca tu jefe o la despampanante secretaria a la que quieres impresionar. Pero con el presupuesto tan limitado no sabes ni qué demonios regalarles.​

¡Ahhh! Pero cuando te regalan a tí te salen con un par de calcetines o una billetera que compraron en el tianguis.​

Ya en la cena resulta que el pavo salió crudo y que no hay suficiente gravy para acompañarlo.​

A la medianoche la reunión familiar se vuelve un san quintín porque los niños se van corriendo al pino a recoger sus regalos, y como ellos no barren, les vale sorbete dejar todos los papeles y cajas tirados. ​

Lo mejor de la Navidad siempre es el recalentado del día siguiente.​

No sé por qué. Quizás sea alguna reacción química, pero la comida siempre sabe mejor un día después.​

Ya que pasa la temporada navideña, quedas con unos kilitos de más. Llega el Fin de Año y te haces el propósito de empezar a hacer ejercicio a partir de enero para bajar la panza y recuperar el abdomen de lavadero que tenías. Pero resulta que nunca cumples tus propósitos y te agarra la Semana Santa con tu cuerpecito de tololoche. Y así te vas todo el año siguiente, y el otro, y el otro, en un repetitivo e interminable deja vu.​

Por eso, aquí están los cinco puntos de… (Nota de la Redacción: Aquí cortamos el artículo de nuestro colaborador para no hacernos acreedores a alguna demanda por fusilarse el Monólogo de Adal Ramones).​

Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: «Se aproxima el duodécimo mes del año y sus festividades populares ligadas a la tradición judeocristiana». (Ya va llegando diciembre y sus posadas).

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