AL VUELO/ Loquillos

Por Pegaso​

Tras mi vuelo vespertino aterricé ahí, a un ladito de la sede del Consejo Municipal Electoral, donde la raza periodiquera estaba esperando la llegada de las primeras urnas para conocer de primera mano el resultado de la elección de alcalde.​

Por ahí me encontré a un amigo sicólogo, uno de los más recalcitrantes y empedernidos antilopezobradorista que conozco, y me hacía un perfil de la personalidad de El Peje, virtual triunfador en la contienda para Presidente de la República.​

Me decía que se trata de un sujeto enfermo de la mente, con un transtorno sicológico denominado megalomanía narcista o Síndrome de Heinz Kohut.​

«Hay diecisiete indicadores del síndrome, y López Obrador los tiene»,-me señalaba.​

Y bueno,-me quedé pensando. ¿Qué Presidente de la República no ha sido un loco?​

Recordemos que la conseja popular nos dice: El poder enajena.​

¿No lloró acaso López Portillo cuando dijo: «Defenderé el peso como un perro» y no pudo contener la devaluación?​

Salinas de Gortari mismo es el estereotipo del demente brillante y poderoso que todo lo controla.​

Zedillo tenía una personalidad pusilánime y apocada.​

Vicente Fox era un rancherón de personalidad agresiva, pero en lo íntimo era dominado por una mujercita que no levantaba el metro y medio de estatura, su inseparable Martita Sahagún.​

Y Felipe Calderón era un alcohólico empedernido que inició una guerra sin saber el costo que tendría en muertes, en el impacto al presupuesto y en el terror que ahora se apodera del alma de los mexicanos.​

¿Qué podemos decir de Peña Nieto? Un monín de telenovela que tiene conectada la lengua con el culo, porque cada que habla la caga.​

Si López Obrador está loco, entonces no hay novedad alguna.​

Incluso el país más poderoso del mundo, nuestro vecino, está gobernado por un orate que se cree descendiente de Hitler.​

Crucemos el Océano Pacífico y ahí, cerquita de China y Japón, vive un loquillo con peinado de muppet: El dictador coreano Kim Jong-un.​

El mundo está lleno de gobernantes locos, unos con síndrome narcicista, otros megalómanos, unos más mitómanos, etcétera, etcétera.​

¿Quién no recuerda al maniático ese que gobernó Venezuela, Hugo Chávez?​

Y en Tamaulipas no curtimos malas vaquetas. Ahí tenemos por ejemplo a Manuel Cavazos Lerma, que estaba más loco que una cabra. Siempre viajaba en una camioneta tipo van donde tenía una pirámide y cada que podía se ponía a meditar.​

Llegaba a las colonias donde casi siempre había música folclórica, como alguna polka, una redoba o un chotiz y agarraba a la primera vieja que se le atravesaba para ejecutar con ella habilidosas evoluciones.​

Una de ellas decía: «Te mete la pierna hasta el burro». (Nota de la Redacción: Ahora sí te pasaste, Pegaso, ¿qué culpa tienen los burros de las calenturas del ex gobernador?)​

Y Yarrington, quien en un evento cargó en vilo al entonces candidato a la Presidencia de la República, Francisco Labastida Ochoa y le dijo: «En Tamaulipas la tiene ganada, licenciado; vaya a hacer campaña a otros Estados» ¡Y pácatelas! Perdió contra Fox.​

Locos con poder los ha habido y los seguirá habiendo, porque parece que son un binomio inseparable y, ciertamente, los gobernantes cuerdos son garbanzo de a libra.​

Sólo nos resta esperar que el nuevo inquilino de Los Pinos (Nota de la Redacción: ¿No sabes que también va a poner en venta Los Pinos?) sea un loquito simpático, que tenga en realidad buenas intenciones y que no vaya a salir como Nerón, que mandó quemar la ciudad de Roma y culpó por ello a los cristianos.​

Va el refrán estilo Pegaso: «Mi persona lo ubica en determinado sitio y la fémina lo toma para depositarlo en otro diferente». (Yo lo coloco y ella lo quita).

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