AL VUELO/ Ósculo

Por Pegaso

Le besaré los pies al Pejidente, con todo y juanetes, callosidades, ojos de pescado y pie de atleta, si elimina todos los gastos innecesarios que hacen el Gobierno Federal y su ejército de funcionarios y empleados.

De semejante manera lo hizo Príamo cuando besó las invictas manos de Aquiles, el de los pies ligeros, luego de que éste matara a su hijo Héctor, domador de caballos.

Para empezar, ALMO ya dijo que se deshará de parte de la flotilla de aviones y helicópteros en los que se mueven los vivillos Secretarios de Estado y líderes del Congreso.

Mejor que los utilicen como ambulancias aéreas, ahora que es muy necesario trasladar a personas de comunidades apartadas a los hospitales COVID para atenderlos antes de que cuelguen los tenis.

Hay muchos otros gastos innecesarios, superfluos, inútiles, redundantes, prescindibles y ociosos.

De entrada, le pediría como ciudadano que voté por él en aquel aciago 1 de julio de 2018, que pague la renta del espacio donde vive, allá, en Palacio Nacional, como todos los demás mexicanos que no cuentan con vivienda o que tienen que arrendar algún inmueble.

No encuentro yo el sustento legal, ideológico, moral u ontológico que le permita a un funcionario público, incluyendo al Pejidente, gozar de todas esas comodidades, mientras que millones de mexicanos que pagamos impuestos y pagamos su sueldo vivimos en la inopia, en la chilla y en la jodencia.

Que sufra cuando le llegue el momento de pagar la renta, el agua, la luz, el teléfono y todos los demás servicios que al resto de nosotros nos cuestan.

Y que se haga extensivo a todos los funcionarios públicos, desde secretarios, ministros, subsecretarios, jueces, diputados, senadores, directores y coordinadores.

Es inaudito que, además de que viven de gorra en sus residencias, se les tenga que dar un vehículo último modelo de lujo para su movilidad, chofer, gasolina, pago de celulares, bonos y todo tipo de prebendas que un trabajador de maquila ni siquiera soñaría.

Por eso PEMEX quebró, porque cada trabajador ganaba una fortuna. Incluso en algunas ciudades como Reynosa hay una colonia enterita donde viven los altos funcionarios sin pagar un solo peso.

Si antes los petroleros nos veían a los demás ciudadanos por encima del hombro y haciendo un gesto de “fuchi, caca”, ahora ya le bajaron dos rayitas porque les han venido quitando prestaciones.

Además, para que tenga yo ese extraordinario gesto de humildad, el de besarle los pies al Pejidente, será necesario que toda esa lana que se ahorrará el erario público lo invierta en cosas que realmente necesitamos: Equipamiento de escuelas y hospitales, mejores carreteras, mejor seguridad e impartición de justicia, por decir algunas cuantas.

Yo recuerdo que durante su campaña política, cuando vino a un acto proselitista en la colonia Jarachina Sur, dijo que la corrupción costaba al país 500 mil millones de pesos, que él acabaría con la corrupción y que esos 500 mil milloncejos servirían para mejorar el nivel de vida de los mexicanos.

Es fecha que no sé si esa lana se rescató o si los corruptos se la siguen embolsando, porque de lo contrario, tendríamos ya, en dos años, un billón de pesos de ahorro que nos serviría para enfrentar la grave crisis social, sanitaria y económica que representa el COVID-19.

Por el contrario, veo que hay un enorme subejercicio, porque fueron cancelados desde el primer momento programas como el de las guarderías, el Seguro Popular, los tratamientos para niños y adultos con cáncer, para diabéticos, para personas con VIH; no se han hecho nuevas carreteras, al menos en el norte del país, no hay mejor seguridad, ni más luminarias.

Eso sí. Se les ha pagado su lana a los ninis y a los viejitos, pero hasta donde alcanzo a observar, el 99.99999999% de ellos están igual de jodidos que antes.

Para los chairos que seguramente lo defenderán diciendo: “¿Por qué no se lo dijiste a Peña Nieto, a Calderón o a Fox?”

MI respuesta será: “Pos porque se me acaba de ocurrír, carbón”.

Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “El acto de pactar un compromiso no equivale a la depauperación”. (El prometer no empobrece).

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