AL VUELO/ Pilón

Por Pegaso

Después de mi vuelo vespertino me puse a pensar en aquellas sanas tradiciones del México de antes, donde había más amabilidad en la gente, pero sobre todo más felicidad y más inocencia.

Una costumbre que desgraciadamente quedó en el olvido desde hace muchos años es el “pilón”.

El “pilón” era una pequeña cantidad extra de algún producto que el comerciante daba a sus marchantes habituales.

Llegaba la señora a la tienda de la esquina (esa es otra de las tradiciones que también desapareció), cargando su canasta o su bolsa de malla de nylon. Pedía un kilo de frijoles o de azúcar y al final, el tendero le daba un puñado más. Ese era el “pilón”.

Y lo hacían sin que el consumidor se los pidiera. Era algo que se daba por hecho.

Pero después de la década de los setenta, cuando empezó a apretar la crisis económica, empezó a dejarse a un lado.

Entonces, la clienta llegaba a la tienda, pedía el kilo de frijol y el tendero ya no le daba el “pilón”.

Medio mohína, la marchanta le reclamaba: “Oiga, don Pepe, ¿y el pilón?” El comerciante, mal de su grado, procedía a agarrar con la mano un puño más pequeño y se lo entregaba.

Pero finalmente, eso desapareció.

Llegó la crisis económica, la inflación galopante y las devaluaciones, y la rancia costumbre de dar “pilón” quedó en el olvido.

Telerisa pretendió rescatar, sin resultado positivo, la tradición del “pilón”. Pero lo hizo como estrategia publicitaria, como mercadotecnia.

Yo, Pegaso, desde que empecé a elaborar esta columna siempre he dado el “pilón”, al incluir como epílogo los dichos mexicanos.

Exhorto a todos los comerciantes de México a rescatar esa noble costumbre. Ahora que estaremos en El Buen Fin, con ofertas simuladas de hasta el 50%, bien harían en seguir por todo el resto del año y los años que siguen con la sana práctica del “pilón”.

El “pilón” tenía un propósito definido. Gracias al “pilón”, las tienditas de la esquina y los mercados podían tener una clientela cautiva, suficiente para mantener un margen de ganancia sano.

Si alguno de mis dos o tres lectores es un comerciante, rescate esa rancia tradición. Déle su “pilón” a sus clientes y verá cómo, dentro de poco tiempo, tendrá clientes fieles y su negocio marchará mejor.

Viene el refrán estilo Pegaso: “Y la madre de mi cónyuge como adición”. (Y la suegra de pilón).

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