AL VUELO/ Escorts

Por Pegaso

Andaba yo volando allá, cerca de la estratósfera, donde ya se sienten venir los primeros frescos de la temporada otoñal, así que dentro de poco tiempo tendremos que sacar del closet nuevamente las chamarras, los abrigos y los suéteres.​

Ya en mi búnker me puse a analizar un espinoso tema que se ha puesto de moda últimamente, pero que de manera urgente se debe atender.​

No es nada nuevo el asunto de las escorts en las altas esferas del Gobierno.​

Ellas pululan alrededor de esos centros de dinero y de poder como moscas alrededor de la miel.​

Criaturas de rostro angelical y rotundas curvas que prestan sus servicios de acompañamiento con final feliz a cambio de una generosa compensación.​

No hay que pecar de inocentes. Hay cientos, ¡qué digo cientos!, miles de jovencitas de entre 18 y 25 años que estudian en escuelas de prestigio y se dedican a ese lucrativo negocio.​

Son enganchadas en las universidades por bandas de tratantes que obtienen un jugoso porcentaje en cada transacción.​

Políticos, encumbrados empresarios y hasta jerarcas eclesiástico se dan su acostón cuando se les alborota la hormona, luego de hojear un brillante catálogo de hermosas ninfas y sufragar el debido arancel, tarifa, tasa, importe u honorario.​

Las que más se cotizan son las niñas bien, las que tienen aspecto inocente y lucen pulcras, como hijas de papi rico, las que salen en Instagram con su sonrisa resplandeciente y su ropita de marca.​

Sin embargo, para poder darse esa vida tienen que contar con ingresos económico suficientes.​

Es un estilo de vida que les da para darse sus lujitos y cumplir algún caprichito, como ir a la playa cada fin de semana o residir en algún departamento de lujo, lejos de sus familias que por lo general, son de clase media o baja.​

En Estados Unidos también es muy común ese tipo de servicios. Una vez llegando a la edad legal, 18 años, hay chicas que se buscan un «sugar daddy» para costearse los estudios y el estilo de vida lujoso que creen que se merecen. A cambio, suelen entregar sus favores a individuos que les doblan o les triplican la edad, pero que están forrados de billetes.​

Al menos en la Ciudad de México y otros centros urbanos importantes del país, donde hay concentración de poder y dinero, el tema es de lo más común, y creo que no habrá una investigación para acabar con ese estato quo, porque es algo que se considera como un mal necesario, y a veces hasta como un asunto de Estado.​

¿Misoginia? ¡Claro que no! Negocio.​

Termino con el refrán estilo Pegaso: «¿A quién te refieres con el término peyorativo de prostituta, Petra, la poseedora de enormes pendientes en forma de aro?» (¿A quién le dices puta, Petra, la de las arracadas?).

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