AL VUELO/ Narcorrolas

Por Pegaso

¡Señor, señora, señorita! Dejen por unos cuantos días de estar oyendo narcorrolas y mejor escuchen villancicos y letanías, propias de la presente temporada navideña.

¡Ya chole con la fea, grotesca y cacofónica música de tamborazos que provocan estrés, elevan la bilirrubina y disparan la cortisona!

Durante todo el año las oímos en todas partes. Detrás de mi casa hay un vecino que casi todas las noches tiene pachanga y ¿saben qué tipo de música pone a todo volumen? ¡Sí! Narcocorridos.

Lo bueno es que la mayoría de las estaciones de radio y canales de televisión ya le han bajado dos rayitas y casi no programan narcorrolas.

Pero eso a la raza le vale madres porque se van a los tianguis a comprar memorias USB repletas de toda esa basura y luego la tocan a todo volumen.

Quienes componen y cantan narcocorridos incurren en apología del delito, lo que significa que difunden como algo positivo las acciones de los delincuentes.

También se le conoce como Síndrome de Robin Hood, porque a la gente le encanta la figura del bandido generoso, el transgresor de la ley, el que está en contra del poder, sea como sea.

Componer y cantar narcorrolas puede ser algo lucrativo, pero también peligroso.

El 25 de noviembre del 2006, aquí en Reynosa, fue acribillado con 70 balazos el cantante Valentín Elizalde, “El Gallo de Oro” por cantar una canción que no les gustó a los archienemigos de sus jefes de Sinaloa, titulada precisamente “A mis enemigos”.

Hasta la fecha se puede ver un enorme gallo metálico en la entrada a la colonia Vista Hermosa para recordar la muerte de ese intérprete.

En julio de este mismo año, en Ciudad Obregón, Sonora, fue asesinado con cien balazos otro cantante del mismo género, Luis Mendoza.

Como que querían asegurarse que estuviera bien muerto.

Pero la raza sigue escuchando narcocorridos.

Son tan populares que incluso se utilizan para animar a los invitados en los bautizos, bodas y quinceañeras.

Por eso mi recomendación al iniciar esta colaboración: En esta temporada mejor escuchen villancicos y letanías. Les dará un poco de descanso a su mente y quizá empiecen el año con otro chip.

Decían los grandes filósofos griegos que el alma era como una armonía, de tal manera que cuando escuchaba sonidos armónicos, se sintonizaba con ellos, y eso se manifestaba en bondad, amor y tolerancia hacia las demás personas.

Por el contrario, si se oían sonidos estridentes y cacofónicos, nuestra alma adoptaba tendencias violentas.

Yo, Pegaso, pienso que el alma no existe, pero sí contamos con una psique que se ve influenciada por el mundo exterior.

Les diría a las autoridades, ya entrados en el tema, que la forma más eficiente de combatir la violencia es eliminar la música que hace apología del delito, porque además es muy fea y estridente, altera los nervios y produce efectos negativos, como ya lo hemos visto miles de veces.

Que la producción, interpretación y distribución de narcorrolas sea considerado delito grave.

Quéndense con el refrán estilo Pegaso que dice: “De lo contrario, a la danza acudimos”. (Si no, al baile vamos).

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